04 septiembre 2006

Una mina de oro

Cada época se caracteriza por una fuente de riqueza. El fuego, la tiera y el oro fueron los factores que determinaron el ejercicio del poder en diferentes períodos históricos. En la actualidad, la figura indiscutida es el petróleo, pero no está solo. En una sociedad globalizada, en la que las fronteras han caído y los circuitos de intercambio son cada vez más fluidos, la producción cultural también contribuye a la construcción de la hegemonía.

Si bien la realización de productos culturales exige la inversión de grandes capitales, los gobiernos están dispuestos a financiar una actividad que redunda en la dominación económica e ideológica. Los beneficios comerciales de la producción en medios masivos de comunicación provienen de la publicidad y la distribución, mientras que a nivel ideológico la transmisión de contenidos jerarquizados y las elecciones estéticas vistas desde la mirada ingenua del espectador
configuran una percepción del mundo.

Si bien uno de los grandes paradigmas de la producción cultural son los Festivales de Cine, la saturación del mercado asusta a los productores. Los 4 grandes eventos de cada año -Cannes, Berlín, Venecia y San Sebastián- convivieron hasta ahora pacíficamente entre si y con muestras más reducidas y, en su mayoría, temáticas. Sin embargo, la amenazadora presencia de un nuevo competidor como lo es La Muestra Internacional de Cine de Roma, a realizarse en octubre ensombrece el panorama.

La proximidad geográfica y temporal de los dos Festivales italianos perjudica la selección de las películas, el acompañamiento de las figuras internacionales y las organización y apoyo por parte del Estado. Tan es así que en Venecia está absolutamente limitada la participación latinoamericana a la presencia del mexicano Alfonso Cuarón, que brilló con "Hijos del Hombre" en competencia oficial, y del brasileño Karim Aïnouz, con su segundo largometraje "Suely in the Sky" en la sección Horizontes. Si bien ambas presentaciones fueron excelentes, el efecto de lo acotada de la participación latinoamericana es perjudicial por patida doble: el cine de aquí se ve menos en las grandes pantallas internacionales y la comunidad informativa nacional presta menor atención a uno de los festivales cinematográficos más importantes del mundo.

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