En un mundo en donde todo está mediatizado, algunos se animan a plantear propuestas que conmueven y desafían, espacios de interacción y piezas integrales. Lentamente, parece que nos volvemos del que somos parte de un entorno y que interactuamos permanentemente con él, llevándolo y dejándonos llevar. Y así, surgen ideas como
Código Pais, el festival multidisciplinario de nuevas tendencias que convocó al público, en su 6ª edición, del 8 al 12 de noviembre en el barrio porteño de Palermo.
Desde el mismo planteo de Código País, a partir de la manera que tiene de presentarse a sí mismo con la palabra “multidisciplinario” quiere decir que desafía al sistema, porque no sólo implica que en dicho espacio convivirán distintas disciplinas, sino también que éstas interactuarán en permanente tensión en medio de una dinámica estética, como bien explica
Daniela Brea Martino, y metamorfoseándose permanentemente entre exhibición-producción, como detalla
María José Licio Rinaldi. Por eso, no sorprende cuando en medio de la pasarela de desfile de modas se erigen unas esculturas de hongos, o cuando los músicos aparecen caracterizados de duendes o cuando el dj combina imagen y sonido para que el público siga la música electrónica con su cuerpo.
Pero además de que la interacción entre disciplinas artísticas se de en el macro, también se reproduce a menor escala en cada uno de los pequeños ámbitos, que describió
Silvina Tomás, que componen el festival. Por eso, en el microcine sorprendió la propuesta de
Daniela Lieban, quien fue entrevistada por
Gabriela Marinelli, denominada Trilogía que combina plástica, caracterización, drama, música, literatura y, lo que aquí nos convoca, imagen en movimiento.
El cine interactúa con el espacio escénico y se retroalimentan mutuamente para resignificarse el uno al otro. Así, las imágenes suaves y en colores cálidos de Alas de Vidrio, primer corto de la trilogía, contrasta con el permanente juego de luces y sombras y la tajante división entre figura y fondo de Amniótico. Pero, a su vez, cada uno de ellos, así como Canto de Luna, refuerzan su retórica con la doble presencia de la actriz que está en pantalla y escenario al mismo tiempo.
Por otro lado, los estímulos a los sentidos del espectador proliferan por cuanta brecha de sentido se abra. Y en medio del torbellino de sensaciones, el público se encuentra con la protagonista. Pero se encuentra, como decíamos al principio en un nuevo espacio de interacción, en una pieza integral de 30 minutos que combina diversas disciplinas artísticas casi biográfica, y a la vez, casi universal en una perfecta sinécdoque.